8 ago 2009

UNA HIPÓTESIS Y TRES PREGUNTAS

LA HIPÓTESIS

Imaginemos que, por fin, ETA renuncia a su actividad y se autodisuelve sin ninguna condición ni contrapartida política . Los efectos directos de este hipotético acontecimiento son fáciles de imaginar. El principal sería que todos los que actualmente se sienten más directamente amenazados podrían suprimir sus actuales medidas de seguridad (incluidos los escoltas) y pasarían a hacer una vida normal. Obviamente experimentarían un gran alivio. También sería un gran alivio para el conjunto de los ciudadanos, que verían cómo desaparecía uno de los problemas que más les ha angustiado en las últimas décadas y que ha sido el causante de acontecimientos muy dolorosos en la vida nacional. Sin entrar en otros efectos secundarios o indirectos (que hay muchos), se puede asegurar que la inmensa mayoría de la ciudadanía española -y especialmente la vasca- recibiría la noticia con gran satisfacción.

Obviamente, la desaparición de la banda llevaría consigo las lógicas negociaciones y presiones (opuestas) sobre qué hacer con sus miembros (presos o no) y cómo realizar la entrega de las armas. Pero sobre esto no me detengo porque no tiene importancia para lo que quiero comentar.

Sobre lo que sí quiero detenerme es sobre las consecuencias políticas y, más en concreto, en cómo afectaría o impactaría sobre lo que ha sido, según los terroristas, el principal objetivo de la actividad de ETA: la independencia o secesión del País Vasco o, dicho utilizando la terminología más actual de la banda y de sus próximos, de la construcción nacional de Euskal Herria. Porque con el fin de ETA está claro que no se pondría fin a ese objetivo, sino que tal reivindicación se mantendría, como en la actualidad, por todas las fuerzas políticas nacionalistas vascas. No olvidemos que el nacionalismo vasco es mucho más antiguo que ETA y el segmento social nacionalista también es mucho más extenso que el que en la actualidad se muestra afín a la banda terrorista. O sea, está claro que las reivindicaciones nacionalistas ni nacieron con ETA, ni han sido exclusividad de ETA ni acabarán con el fin de ETA.

Por tanto, lo que ahora me interesa en el ejercicio de futurología política en el que me dispongo a entrar es tratar de despejar las siguientes incógnitas: ¿cómo evolucionará el ambiente político de la sociedad vasca sin ETA? y ¿cómo evolucionará la reivindicación partidista nacionalista sin ETA? Éstas son las cuestiones a analizar en el supuesto de que se hiciese realidad la hipótesis presentada.

Evolución del ambiente político en la sociedad vasca.
Ciñéndonos a la Comunidad Autónoma Vasca, hay que constatar dos aspectos clave de la realidad sociopolítica actual :

-Por un lado, actualmente, aunque leve, ya hay una mayoría que, según los resultados electorales que se vienen dando en los últimos años, apoya con su voto (o absteniéndose) a los diferentes partidos nacionalistas (incluyendo al mundo Batasuna). Esto también se ha evidenciado en las elecciones autonómicas de 2009, aunque de ellas haya resultado un gobierno no nacionalista.

-Por otro, con el paréntesis del actual mandato de Patxi López, que, en mi opinión, no revalidaría en las siguientes elecciones  en caso de que se produjera la hipótesis de la autodisolución de ETA, es evidente que el nacionalismo gobernante ha manejado -y, si se diera la hipótesis comentada, es muy probable que volvería a manejar- los resortes de la educación de la inmensa mayoría de las nuevas generaciones, y, además, ha controlado –y, por lo dicho, volvería a controlar– buena parte de los medios de comunicación más influyentes en Euskadi. (Y es previsible que en un futuro sin ETA las cosas se mantendrían así durante muchos años).

A estas dos realidades que, por sí mismas, ya son elementos de ventaja para el desarrollo de la hegemonía nacionalista, habría que añadir que la hipotética desaparición de ETA despojaría al nacionalismo de la perversión que, para un sector social, representa la coincidencia con ETA en sus objetivos políticos. Por tanto, en este hipotético escenario y con este nuevo ambiente hay muchas probabilidades de que la gran mayoría de las nuevas generaciones de votantes que, gradualmente, se vayan incorporando al censo electoral simpaticen y opten por las diversas opciones políticas del nacionalismo. A la vez y por ley de vida, irá desapareciendo del censo electoral el sector más viejo de la población, en el que, aplicando las cuotas actuales, digamos que el voto se reparte al 50 por ciento entre nacionalistas y no nacionalistas. O sea, es muy probable que las nuevas entradas al censo sean de mayoría nacionalista y las salidas equilibradas.

Quiere esto decir que el nacionalismo, además de partir con ventaja, tiene muchas posibilidades de, sin la presencia de ETA, seguir creciendo en la sociedad vasca. No hay que olvidar que ser nacionalista, además de ser gratis, supone estar a favor de corriente, y, además, de una corriente que, actualmente y casi con seguridad en un futuro próximo, tiene prestigio. En Euskadi resulta mucho más cómodo y está mejor visto ser nacionalista que no serlo, por lo que, para muchos, aunque no estén muy convencidos, lo de ser o mostrarse nacionalista es una aplicación práctica de la moraleja del viejo refrán “¿Dónde va Vicente...?”

También, las tensiones que seguro habrá en relación con el proceso de excarcelación de los presos, que podría rondar los 10 años, puede que favorezca la causa nacionalista, por una lógica reacción social solidaria con los presos vascos, a los que los voceros interesados mostrarían a los ciudadanos de Euskadi, si no como mártires, sí como “rehenes de la cicatería estatal y de la intransigencia del españolismo reaccionario”.

Por tanto, reitero que sin ETA es previsible que en los próximos años el ambiente político-social sea, por sí mismo, favorable para un incremento de la diferencia de la mayoría nacionalista en Euskadi con relación a las fuerzas políticas no nacionalistas.

Evolución de la reivindicación partidista nacionalista
Es lógico que el nacionalismo moderado, que hasta 2009 ha ostentado el poder en la CAV, pretenda recuperarlo y mantenerse en él. Y para esto va a tener dos frentes políticos: por un lado, los dos partidos de ámbito estatal, PSOE y PP, y, por otro, los partidos nacionalistas más radicales, o sea, el actual mundo de Batasuna (que en la situación hipotética sin ETA serán legales y actuarán en política como las demás fuerzas).

Frente a los primeros, la estrategia política del nacionalismo moderado no podrá variar mucho de la actual, porque la ideología que lo sustenta es la que es y no puede variar, y, además, hasta ahora (con el paréntesis de las elecciones de 2009) le ha dado excelentes resultados. Además, como antes decía, al estar despojados de la perversión que supone su coincidencia en los fines con el terrorismo actual, el nacionalismo verá reforzada su legitimidad en la confrontación con el PSOE y PP, que ya no podrán argumentar en su contra lo de la “ambigüedad" ni imputarle lo de la "equidistancia". Por tanto, es comprensible y plausible que, en los próximos años, los actuales partidos nacionalistas moderados mantengan su estrategia reivindicativa de los postulados nacionalistas que, a la postre, tienen su objetivo natural en la soberanía.

Frente a los segundos, mundo de Batasuna, sin ETA el nacionalismo moderado lo va a tener más difícil, ya que al tener objetivos coincidentes en lo fundamental (el soberanismo) y no poder distinguirse en los medios para alcanzarlos (no existe ETA y, por tanto, no hay apoyo al terrorismo) podría perder los votos de los sectores más izquierdistas en lo social y más radicales en lo nacionalista. Para contrarrestar este riesgo no es probable que el nacionalismo moderado se escore a la izquierda, porque podría perder su importante flanco derecho, pero si es muy probable que acentúe su política reivindicativa soberanista para, al menos, no perder al citado sector más radical nacionalista. Y no hay que olvidar que, al acentuar estas reivindicaciones, el nacionalismo moderado no estaría haciendo nada extraño, sino únicamente intensificar su acción política en la línea que le marcan sus fundamentos y su razón de ser.

En cuanto al nacionalismo radical, me parece que la desaparición de ETA no puede suponerle, políticamente, ningún perjuicio. Sus objetivos políticos se mantendrán intactos, soberanía y socialismo (o al revés), por lo que, además de poder participar con normalidad en política, como poco podrá mantener su actual parroquia y es muy probable que la aumente con la incorporación de quienes, aun simpatizando con su ideología, ahora repudian su apoyo a la violencia. De lo que no hay duda, es de que mantendrán o, incluso, intensificarán sus reivindicaciones soberanistas, en las que, seguro, incluirán el argumento de la desaparición de ETA como positivo para su causa.

Por tanto, como conclusión de este apartado podría decirse que, sin ETA, se intensificarán las reivindicaciones nacionalistas de los partidos de esta ideología, tanto por parte del nacionalismo moderado como por la del radical.

Euskadi, sin ETA, a 12 años vista.
Resumiendo lo dicho hasta ahora, tenemos que, por un lado, el ambiente social, por sí mismo, muestra una disposición favorable para un crecimiento vegetativo del apoyo ciudadano a los partidos nacionalistas, y, por otro, que éstos con mucha probabilidad intensificarán su acción política reivindicativa cuyo objetivo final no es otro que el soberanismo o, lo que es igual, la independencia. Y todo ello, en la hipótesis de que ETA desaparezca.

Según lo anterior y siempre partiendo de la hipótesis ya repetida del fin de ETA, se puede vaticinar que en unos 12 años, en una evolución normal de los acontecimientos, en Euskadi el conjunto del nacionalismo vasco incremente sensiblemente su ventaja, en términos electorales, con respecto a la suma del PSOE y PP (incluso si en este bloque incluyéramos a la filial vasca del PCE). Resulta difícil y arriesgado cuantificar esta ventaja pero, como el dato resulta capital para lo que ahora me ocupa, no tengo más remedio que hacer un pronóstico. Creo que no sería aventurado vaticinar que, en el escenario descrito y sin que haya por medio convulsiones socio-políticas que alteren el normal discurrir de los acontecimientos, en 12 años el voto nacionalista podría estar en torno al 65-70 por ciento (en las elecciones de 2009, computando la abstención seguidora de las consignas de Batasuna, fue de más del 52 por ciento).

Es decir, creo posible que, en 12 años, una inmensa mayoría de ciudadanos de la CAV sea afín a los postulados nacionalistas y que, por tanto, esté dispuesta a apoyar con su voto cualquier propuesta de mucha mayor autonomía (como antesala de una ulterior escisión) o de pase gradual a un estadio de independencia o soberanismo. Si una propuesta de este tipo llegara al Parlamento español respaldada por el 65-70 por ciento de la población vasca no habría democracia que la detuviera.

La sociedad española, sin ETA, a 12 años vista
Si en los últimos 30 años hemos cambiado mucho (para bien) en todos los órdenes, es muy probable que la sociedad española continúe mejorando en los próximos 12 (sobre todo si se cumple la hipótesis que nos ocupa). Además, es posible que al escenario político-social se incorporen los siguientes elementos: estabilización de la cuota de población emigrante, una nueva generación en el poder político y económico, nuevas preocupaciones, mayor proyección hacia el exterior, mayor injerencia del exterior (especialmente por la pertenencia a la UE), surgirán nuevos problemas de índole doméstica e internacional, etc. En suma, a la gran mayoría de los ciudadanos españoles de la década de 2021-2030, que es posible que disfruten de mayor cota de bienestar social, lo de “la ETA”, si se cumple la hipótesis, les quedará ya como algo bastante lejano y percibirán la reivindicación nacionalista con distinto talante que el que se puede percibir hoy en día, cuando la presencia de ETA crispa, tensa y favorece la intransigencia. O sea, es previsible que en la ciudadanía española, sin ETA y una vez que finalice el proceso de excarcelaciones, lo del “problema vasco” se vea con otros ojos. Si hoy, con ETA, es casi seguro que la gran mayoría de ciudadanos españoles no consentiría que se abriera un proceso de escisión vasca, dentro de 12 años, en la hipótesis que mantenemos, la cosa podría variar sustancialmente.

En consecuencia, los políticos, en el gobierno y en la oposición, también tendrían que acomodar su visión cuando tuvieran que analizar la cuestión vasca. Desde luego, en ese hipotético escenario, una propuesta del tipo del Plan Ibarretxe, que hace unos años fue rechazada de plano, es casi seguro que se aprobaría, porque llegaría a Las Cortes respaldada por un 65-70 por ciento de la población vasca, y, como antes apuntaba, eso pesa mucho.

Por tanto, el paso del tiempo en un escenario de ausencia de la banda terrorista es muy probable que influya en la sociedad española impregnándola de mayor permisividad, tolerancia e, incluso, indiferencia en su percepción de la cuestión vasca. Dicho en otras palabras, es muy probable que lo de «si se quieren marchar que se marchen, y nos dejen en paz» puede ser un sentimiento que se haga mayoritario en España, en ausencia de los disgustos que da ETA.

Conclusiones
En la hipótesis de la desaparición incondicionada de ETA y en un horizonte de 12 años el escenario relacionado con la cuestión vasca sería el siguiente:

-En Euskadi, una mayoría nacionalista del orden del 65 ó 70 por ciento del censo.
-Los partidos nacionalistas mantendrán con mayor vigor sus reivindicaciones soberanistas.
-La sociedad española será más tolerante e indiferente con la cuestión vasca.

En consecuencia, será difícil evitar que se abra el melón de un proceso de secesión o de acceso gradual a estadios de soberanismo o independencia, siempre por los cauces democráticos.

LAS 3 PREGUNTAS

Dicho todo lo anterior y si considerásemos verosímil la evolución contemplada en la hipótesis, viendo lo que pasa en nuestros días nos tenemos que plantear las siguientes cuestiones:

-¿No se da cuenta ETA de que sus objetivos políticos están al alcance, en un plazo no demasiado largo (12 años), sólo con desaparecer y esperar a que la manzana madure y caiga del árbol?
-¿No se da cuenta ETA de que continuando con su actividad terrorista precisamente es como no los va a conseguir porque, por muchas barbaridades que haga, nunca va a doblegar a un estado de derecho fuerte y, además, legitimado para combatirla?
-¿Se habrán dado cuenta los más fervientes defensores de la unidad de España que esta unidad, sin ETA, corre serios riesgos?

Para saber las respuestas habría que preguntarles a unos y a otros.

3 comentarios:

  1. Fantàstico tu comentario:
    Vamos màs lejos. ETA desaparece y los tres millones de vascos son nacionalistas y piden la independencia, el gobierno de Madrid dice: Mira como patalean, ni caso, son españoles y ya.
    Otra. Esto es algo que muchos españoles ponen como ejemplo y dicen: Los catalanes no tienen una ETA y consiguen objetivos, curiosamente, los catalanes sin una ETA no consiguen la independencia.
    Ahora sì, no te das cuenta de esto o de plano, nos quieres ver la cara de tarados.
    Saludos

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  2. Todo muy bonito y romántico, pero creo, que das por hecho algunas cosas d forma una poco arriesgada. No soy Vasco, ni tampoco nacionalista español. Me parece que en la sociedad actual ser independentista es de ser un poco cutre, pero bueno eso es otro cantar. Das por hecho que si desaparece CUTREETA la gente va a votar más a los nacionalistas. Y yo digo que por qué no cabe la posibilidad de que el gobierno vasco actual haga las cosas bien y haya gente que aprecie cosas que nunca lo ha hecho con un partido como el PNV que ha estado gobernando toda su "democracia". En segundo lugar en Catalunya existe ese sentimiento independentista y no existe ETA y llevan así no se cuántos años y no han conseguido el fin último. No olvidemos que los sentimientos políticos se mueven únicamente por el dinero, seamos realistas. Hablas durante la redacción de una ostura contraria a CUTREETA y luego dices que si desaparece la gente más joven pensará que los presos cutreetarras se verán como una especie de mártires o algo por el estilo. Los presos cutreetarras no están en la cárcel por sus ideas, están presos por asesinar, no lo olvidemos nunca. Te felicito porque en general me parece un buen artículo, pero creo que desgraciadamente es díficil puesto que el principal problema para la desaparición de CUTREETA es la educación, y ya no son lo que eran cuando nació. AHora parece que son vagos, traficantes y mafiosos que matan algún español para justificar su nombre y que si desaparecen se les acaba vivir del cuento. Saludos

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  3. Me parece que los comentarios no abordan la cuestión plenteada y, además, se basan en argumentos, permítaseme, algo superficiales. El de que Catalunya no tiene ninguna Eta y eso no ha sido motivo para que alcance su independencia no se sostiene. Desde la llegada de la democracia, los catalanes, que de tontos no tienen ni un pelo, han ido al rebufo de las reivindicaciones vasacas; así les ha ido bien y, si los vascos siguen apretando, así seguirán.

    Me parece que el comentario tiene mucho sentido; no es cosa de desdeñarlo.

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