19 mar 2011

COSAS QUE JODEN

Hay situaciones, circunstancias o hechos que, más que molestar o fastidiar, joden, porque, además de que son causados por la negligencia, incompetencia, descuido o falta de consideración de otros, son reiterativos o, lo que es igual, uno los padece con cierta frecuencia en el transcurso de su cotidianidad. Veamos algunos ejemplos.

Mira que jode que cuando tienes que hacer alguna gestión telefónica en una empresa o entidad no tengas más remedio que llamar a un teléfono 902; pero jode más, aún, que te responda un contestador automático que, además de darte la «bienvenida» con una estúpida locución, te obliga a escuchar un mensaje publicitario, tras lo que te ofrece una serie de opciones para redirigir la llamada pidiéndote que elijas la adecuada pulsando o diciendo el número correspondiente, o te pide que digas de forma breve o resumida una frase para que el contestador automático interprete qué gestión quieres hacer. Y mientras esto sucede, el tiempo transcurre y, por tanto, se va incrementando el coste de la llamada, que inexorablemente incluirá tu operadora telefónica en la factura telefónica del periodo. Pero la jodienda no acaba ahí, porque, tras redirigir la llamada en primera instancia, de nuevo escuchas la voz del maldito contestador automático ofreciéndote nuevas opciones a partir de la primera que has elegido, que te obliga a una nueva elección... y el segundero de la operadora sigue funcionando. Pero el remate del calvario jodiente es cuando, tras tu segunda elección, vuelves a escuchar el miserable contestador diciendo algo parecido a «Todos nuestros operadores están ocupados; rogamos que vuelva a...». No sé cómo acaba la frase porque sin esperar a oírla entera suelo soltar una imprecación mencionando a alguno de los «progenitores» del bellaco contestador automático... y cuelgo. Ya digo, a mí esto me jode muchísimo.

También me jode bastante que cuando voy en moto por Madrid, circulando entre dos hileras de coches parados en los habituales atascos que se producen en esta ciudad («embalsamientos» los denominó una responsable de tráfico cuando daba explicaciones sobre un monumental atasco que se produjo recientemente tras una fuerte nevada... y se quedó tan pancha), te encuentres con algún vehículo que inexplicablemente no está alineado con los de su hilera, o sea, que bloquea el pasillito por el que uno circulaba tan ricamente, con una gratificante sensación de ser en ese momento un ser privilegiado, por encima de los sufridos y pacientes conductores de automóviles, único capaz entre todos presentes en el «embalsamiento» de tener la seguridad de llegar a destino a la hora prevista. Pues todas esas agradables sensaciones se desvanecen al encontrarte con el vehículo desalineado. Jode un montón; además de que te tienes que parar, te imaginas al desalineado mirándote por su retrovisor y diciendo para sí «Venga, listillo, a aguantar y joderte como los demás». Cuando, por fin, los vehículos se ponen en marcha y te dispones a adelantar al desalineado y estás a su altura le echas una miradita furibunda a la vez que, por lo bajini, le dedicas algún «piropo». Curiosamente, según mi experiencia, los desalineados suelen ser taxistas o mujeres; o sea, aunque suene raro, los unos y las otras joden igual.

Dejo para otro día hablar de otras cosas que joden; hay muchas.


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