17 nov 2013

LOS SINDICATOS


Listo: Supongo, Julio, que estás al tanto del lío de las basuras en Madrid. Me gustaría saber qué opinas.
Julio: Pues, lógicamente, de ese conflicto sé lo que dicen los medios de comunicación; o sea, que los trabajadores de las empresas a las que el Ayuntamiento de Madrid concedió la recogida de basuras y limpieza de la ciudad están desde hace casi dos semanas de huelga y que, por eso, la ciudad está de pena. También, según he oído, que parece que al día de hoy, domingo, el conflicto está, afortunadamente, en vías de solución porque los sindicatos han alcanzado un acuerdo con las empresas concesionarias para poner fin a la huelga.
L: Vale, pero eso ya lo sabemos todos. Lo que quiero saber es qué opinas del conflicto en sí y de la actuación de los huelguistas y, más en concreto, de la actitud de los sindicatos. No me negarás que han causado un gran problema a los ciudadanos, ¿no?
J: Por lo que dices, tú ya has sentenciado: los sindicatos son los culpables. Me parece que decir eso es frivolizar. Habría que conocer los entresijos contractuales de estas concesiones para poder determinar quién o quiénes han sido los culpables, y, por otra parte, conocer cómo han gestionado las empresas el servicio que el Ayuntamiento les asignó, y cómo ha actuado o debiera haber actuado este.
L: Es que, para mí, la cosa está clara: si las condiciones económicas que deben afrontar las empresas no les permiten obtener beneficios no tienen más remedio que rebajar costes, es decir, tienen que reducir gastos de personal, reduciendo plantilla y los salarios.
J: Eres un fenómeno, listillo. Lo tienes clarísimo; casi igual de claro que lo tenían las concesionarias: más de 1000 personas al paro y una reducción salarial del 40 por ciento a los que mantengan el empleo. Asunto solucionado, y que nadie proteste porque, si no, cerramos y eso es peor.
L: Pues así son las cosas, Julio. A mí tampoco me gustan esas soluciones, pero el empresario tiene la sartén por el mango.
J: Bueno, bueno, no creas. Los trabajadores, cuando se unen y utilizan con inteligencia los resortes que les proporciona la ley, también pueden asir el mango y manejar la sartén como consideren conveniente. La prueba es que la solución a la que se ha llegado parece que es mucho menos mala que la que proponían las empresas: ningún trabajador a la calle, aunque les reducirán algo la retribución.
L: Es verdad, pero no me negarás que han utilizado métodos de presión ilegales, como nos han mostrado los medios de comunicación. Así no vale.
J: ¿No va a valer? Ante el planteamiento empresarial inicial, vale casi todo. Aparte, no creo que los trabajadores hayan actuado, mayoritariamente, de forma ilegal. Puede que haya habido algún hecho aislado condenable, pero, por lo que he visto, creo que, en general, lo que ha pasado en Madrid con el lío de las basuras ha sido aleccionador: para los empresarios, porque habrán aprendido que no pueden hacer lo que les dé la gana, y, para los trabajadores, porque habrán constatado que la unión hace la fuerza. Para mí, ha sido un triunfo de los trabajadores y, por supuesto, de los sindicatos.
L: ¡Joder con los sindicatos! Después de lo que estamos sabiendo sobre ellos... No me negarás que las imputaciones de sindicalistas en el caso ERE de Andalucía y otras acusaciones por utilización inadecuada de dinero público que estamos conociendo por la prensa son para repudiarlos, ¿no?
J: Sobre lo que dices y si las cosas son como parecen, realmente merecen una dura y áspera crítica. Aquí a los que meten mano a la caja de los fondos públicos hay que darles caña sin contemplaciones; espero que la Justicia hable contundentemente y que el peso de la Ley caiga sobre los que la han transgredido. Ahora bien, en lo de las basuras ¡chapó! Creo que los sindicatos han hecho lo que deben y han cumplido con su fundamental misión, que es la de proteger los derechos de los trabajadores. Ya te digo, me ha parecido ejemplar.
L: O sea, ahora te has convertido en aguerrido sindicalista. Así que decías en tu post IZQUIERDAS Y DERECHAS del pasado mes de marzo que, para los de izquierdas, los sindicatos son imprescindibles.
J: Pues claro que sí, listín. Y te voy a decir más. Creo que habría que universalizar la afiliación de los trabajadores a los sindicatos, modificando, así, el esquema de su financiación y algunos de los fundamentos actuales de estas organizaciones.
L: ¿Universalizar? Lo que nos faltaba. Ya te veo venir. A ver, a ver, explícate.
J: Mira, chaval. Que los sindicatos son imprescindibles no es cuestionable. Espero que a los que pudieran dudar, lo de las basuras les haya abierto los ojos. Los únicos que pueden estar en desacuerdo con esto son los empresarios más retrógrados; pero eso es normal y no merece la pena tratar de analizarlo. Así que, para lo que te voy a decir, es necesario que no pierdas de vista la premisa fundamental: los trabajadores, todos, necesitan de las organizaciones sindicales.
L. Bueno, si tú lo dices... Sigue, sigue.
J: La segunda obviedad es que los sindicatos necesitan financiación para su funcionamiento. Ahora los financiamos todos a través de nuestros impuestos; las cuotas de sus afiliados no les llega ni para pagar las facturas de sus móviles.
L: Claro, se conoce que los emplean mucho para quedar entre ellos y organizar las comilonas que se pegan.
J: No digas chorradas... y atiende. Otra premisa es la de que, como existen bastantes organizaciones sindicales, cada trabajador tiene derecho a elegir el sindicato que desea que le represente, que es al que quedaría "adscrito"; no afiliado (ya no habrían afiliados)
L: Menos mal, pensé que lo que querías proponer es volver al «verticalismo».
J: Nada de eso, Listo. Lo que quiero decir es que los sindicatos deberían financiarse mediante la aportación obligatoria de todos los trabajadores. Sí, sí, obligatoriamente y por todos. O sea, igual que, actualmente, a los asalariados se les deduce en la nómina su aportación a la Seguridad Social y al Desempleo, se les dedujera también lo que se podría denominar la «Cuota sindical», que podría ser recaudada por la misma vía que las otras mencionadas aportaciones actuales. Previamente, cada trabajador tendría que haber establecido a qué sindicato desea que le lleguen sus cuotas; o lo que es igual, a qué sindicato queda adscrito. O sea, por lo que acabo de decir, la «Cuota sindical» será de naturaleza finalista.
L: ¡Joder!, Julio. Lo que nos faltaba. Otra deducción más en nuestras nóminas. Creía que estabas de parte de los trabajadores.
J: ¡Pues claro! Por eso digo lo que estoy diciendo. Porque lo que planteo es que los sindicatos se integren mucho más en el tejido socio-laboral del Estado, jugando un rol más institucional por derecho propio. Que los viéramos como podemos ver a la Agencia Tributaria o a la Seguridad Social, pero preservando su total independencia del resto de poderes públicos. Lo que no me parece aceptable es su papel actual, que tiene rasgos de chiringuito de los trabajadores afiliados, lo que se contrapone con su función general en el mundo del trabajo; esto me parece absurdo.
En cuanto al coste para los trabajadores y como ya te he dicho, hay que tener en cuenta que ahora también todos los trabajadores contribuyen a la financiación de los sindicatos; lo que pasa es que no se hace de forma directa, salvo los afiliados; ahora se hace vía impuestos sin que la voluntad del trabajador cuente a la hora de repartir los fondos a cada organización sindical.
L: No sé, chico. No acabo de ver las ventajas de tu planteamiento.
J: Pues a mí me parecen clarísimas. Se conseguiría lo siguiente:
·       Que, por definición, los sindicatos estuvieran al servicio de todos los trabajadores, eliminándose la absurda distinción actual entre afiliados y no afiliados. Al no haber afiliados, se simplificarían los aparatos brocráticos de las organizaciones sindicales, reduciéndose, por tanto, sus costes administrativos. Así que la tarea de los sindicatos se desarrollaría, casi íntegramente, en los centros de trabajo en el apoyo directo a los trabajadores y en la realización de la acción sindical.
·       Que hubiera un mecanismo objetivo para cuantificar los fondos a transferir desde la Administración a cada una de las organizaciones sindicales para su financiación, evitándose, así, la peligrosa discrecionalidad actual de las asignaciones. El dinero que les llegaría sería, exactamente, el que hubieran determinado los trabajadores.
L: ¿Y crees que así no podrán meter la mano a la caja?
J: Ese riesgo siempre existe cuando hay una caja y los controles son poco rigurosos; pero esto es harina de otro costal. Lo que sí es de este es que si se establecieran unos parámetros adecuados, recogidos por ley, para que las cuotas sindicales fueran ajustadas y suficientes, deberían desaparecer otros flujos de dinero hacia los sindicatos, como es el caso de lo que los gobiernos (central y autonómicos, según creo), de forma más o menos discrecional, dan para «formación», que me parece que son las bolsas de dinero en las que, según dicen (no lo sé), no resulta difícil meter la mano. O sea, los sindicatos recibirían una única aportación cuya cuantía, repito, la determinarían los propios trabajadores.
L: Vale, pero ¿quién los gobernaría? ¿Cómo se elegiría a su cúpula dirigente? Porque, ahora, en su entorno de afiliados, ellos se lo guisan y ellos se lo comen.
J: Así es. Y eso, por el carácter general que tienen, no me parece correcto. En cada sindicato, los dirigentes deberían ser elegidos por todos los trabajadores que lo tuvieran designado como receptor de las cuotas sindicales. Habría que ver cómo podría afectar al censo las cuestiones de territorialidad. Y las elecciones, a poder ser, por internet. Que cada sindicato se monte el procedimiento. Hoy no tiene que resultar complicado desarrollar el sistema, que, naturalmente, debería ser supervisado por el Gobierno.
L: ¡Vaya! Ya ha salido el Gobierno. ¿Qué papel le asignas en esta movida?
J: Pues un papel muy secundario. Solo como supervisor, censor, controlador, vigilante, garantizador de la legalidad, etcétera, de lo que se considere conveniente. Por supuesto, dejando más que claro que, en su función básica, los sindicatos deben ser totalmente independientes del Gobierno y de la Administración, con la que solo se relacionarían para la canalización del dinero procedente de las cuotas sindicales de los trabajadores. 
L: No sé, no sé. Me da en la nariz que estos cambios que sugieres no tienen mucho fundamento y además podrían suponer bastante lío. ¿Ya lo has pensado bien?, Julio.
J: Pues, la verdad, no. Como estamos en un domingo sin fútbol y la tarde está desapacible para andar por ahí, me he entretenido contándote todo esto.
L: ¡Joder!, Julio. Me quitas un peso de encima. Pero me podías haber advertido o, en todo caso, haber dado la vara a otro. Me has dejado sin siesta, ¡hostia!
J: Oye, que has empezado tú.

COMENTARIO ULTERIOR
Hoy, 25-11-2013, una semana después de haber escrito esto, he leído que Cándido Méndez, en una intervención pública que tuvo ayer en Las Palmas de G.C., ha sugerido, en relación con la cuestión de la financiación de los sindicatos, que podría ser conveniente establecer un «canon sindical» obligatorio para todos los trabajadores. ¿Habrá leído este post?
La noticia se puede leer aquí.

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