3 jul 2014

RECUERDOS (IX). Epílogo


Esta es la entrega final de mis RECUERDOS; en ella hablo de mis últimos años en el banco, o sea, desde que en 1996 volví a Bilbao hasta que a finales del 2000 lo dejé por prejubilación.


Desde que me trasladé a Madrid, la posibilidad de mi vuelta a Bilbao había estado permanentemente presente dentro de la carpeta de mis deseos incumplidos. Así que, cuando mi gestión al frente del DCE empezó a tomar tintes de rutina y podía considerarse que los objetivos de mi misión en aquella área estaban sobradamente cumplidos, transmití a José Fonollosa, a la sazón director general del Área de Medios, mi interés por retornar a vivir y trabajar en Bilbao. Meses después, en 1996, se produjo la vacante en la dirección del departamento operativo de Medios de Pago, y Fonollosa me ofreció el puesto. Aunque, profesionalmente, no era nada atractivo, me daba la oportunidad de volver al Botxo, así que acepté. Cuando lo planteé en casa, me encontré con la sorpresa de que a mi mujer y mis hijos no les sedujo el plan y pusieron mala cara (por no decir que se opusieron). No quise entrar en discusión, pero tampoco me retracté de mi aceptación del puesto en Bilbao. Así que acordé con el banco que realizaría la tarea en Bilbao, si bien, como no me trasladaba con el resto de la familia, el banco me pagaría los viajes semanales entre Madrid y Bilbao y el alquiler de un piso. Así quedamos. Alquilé un bonito piso amueblado en la avenida Zugazarte, junto a la playa de Las Arenas y con estupendas vistas a El Abra, donde estuve viviendo de lunes a jueves o viernes durante un año o año y medio. En la foto, yo por aquellos tiempos.

El trabajo era muy llevadero, así que, después de la batalla en el DCE, me pareció el descanso del guerrero. No tengo mucho que comentar de aquella gestión, salvo que, en línea con mi permanente preocupación por tener eficaces mecanismos de control, lo primero que hice tras tomar posesión fue diseñar una serie de hojas informativas que me entregaban diariamente, para conocer, sobre todo, la situación y existencias de las cuentas transitorias (¡había unas cuantas!), es decir, para controlar las «partidas pendientes». Después, ya más relajadamente, me ocupé de elaborar un muy completo manual de «Tarjetas de Crédito» que creo que quedó muy bien, aunque, por lo visto, no despertó mucho interés entre los que debían ocuparse de su divulgación por lo que no tuvo la difusión que merecía (o puede que no estuviera tan bien como a mí me parecía, aunque no lo creo). Al hilo de lo que he dicho sobre el control, un año y pico después de dejar la función parece que se descubrió que uno de los jefes que manejaba muy directamente algún nicho de «partidas pendientes» estaba cometiendo alguna infidelidad, o sea, se lo estaba llevando. Yo ya estaba en otras tareas y no me enteré bien de lo que pasó, por lo que no podría emitir ningún juicio al respecto; solo puedo decir que al conocer el caso pensé que el que me sustituyó no habría utilizado los mecanismos de control que yo había establecido; o sea, los habría despreciado.

Aquel periodo de tiempo me sirvió para volver a respirar el ambiente de Bilbao y pasarme una temporada relajadito. Pero aquella situación de provisionalidad no podía durar mucho. En 1998 me sugirieron volver a Madrid, a lo que no pude negarme. Me destinaron a la gestora de fondos BBV-Gestinova, con la categoría de Director General Adjunto, dependiendo de Pedro Rodríguez Tamayo, que me «trató» muy bien. Al poco tiempo, me nombraron consejero de la gestora de fondos de Privanza, que, lógicamente, compatibilicé con mi función en BBV Gestinova. Aquel mundo de las gestoras era un área casi desconocida para mí, en el que los Fondos de Inversión, los Fondos de Pensiones y las Sicavs eran los productos estrella. Pero enseguida le cogí el tranquillo.

De mi paso por BBV-Gestinova no tengo mucho que contar porque no fue un periodo largo (año y medio o cosa así). Lo más reseñable es que, tras tomar posesión y conocer cómo se hacían las cosas, me encontré con que, en general, los trabajos se hacían razonablemente bien, así me lo pareció, por lo que no tuve que enredar cambiando procedimientos; me limité a mantener las cosas como estaban. Sí me llamó la atención la actividad de los gestores (no dependían de mí), que movían enormes sumas de dinero al operar en los mercados financieros (de renta variable, renta fija y derivados),  tanto de España como de otros países, con el legítimo objetivo de obtener beneficios y, por tanto, rentabilidad para los propietarios de los patrimonios que gestionaban. Posiblemente debido a mi formación bancaria tradicional, a mí aquella intensa actividad financiera no me acababa de convencer; me parecía que había un exceso de especulación, y a mí me habían enseñado que en el banco no hay que especular, es decir, no hay que asumir riesgos innecesarios. Pero aquel mundo era muy diferente del de la banca tradicional. Probablemente tendría que ser así, pero no me gustaba. Tan es así, que me desprendí de los fondos de inversión que particularmente había adquirido en el mercado y no he vuelto a contratar productos de este tipo. Años después (allá por 2006-2007), cuando sobrevino la crisis financiera internacional que, según leí, afectó en un primer momento a importantísimas entidades financieras americanas muy activas en los sofisticados mercados financieros, como Lehman Brothers, Goldman Sachs, Merrill Lynch y otras, cuyos nombres eran respetadísimos en mis tiempos en el área de Operaciones Internacionales, a mí, no sé por qué,  siempre me venía el recuerdo de lo que ya he dicho que me parecía una excesiva actividad especulativa y el de los complejos «swaps» y otras «raras» operaciones de «derivados» que los gestores de BBV-Gestinova contrataban para el patrimonio de las Sociedades de Inversión Colectiva. 

Como estoy acabando, una última digresión. Si tuviera que destacar una característica significativa de mi actitud a lo largo de mi trayectoria profesional en el banco diría que fue la «independencia»; entendiendo como tal a no haber tenido, al margen de la línea jerárquica, vinculaciones de fidelidad, subordinación o dependencia con ninguna persona del banco en concreto ni, menos, con ningún grupo de poder o de influencia o de ningún otro tipo. Ser independiente en el ámbito de la empresa tiene aspectos o efectos negativos y positivos. Entre los negativos, el más evidente es que el «independiente» no cuenta con ningún apoyo ante las diversas situaciones difíciles con que se tenga que enfrentar, entre las que se podría citar a las promociones, las colocaciones, los traslados y cualesquiera otras situaciones en las que un empujoncito o ayudita puede venir bien; o sea, dicho de otro modo, el «independiente» está solo. De los positivos, debo destacar lo que yo siempre he valorado más: la libertad de acción (siempre relativa) que deviene de la ausencia de lazos y vinculaciones condicionantes; en otras palabras, a mí lo que me ha gustado siempre es «ir por libre». Realmente, la «libertad», tanto en la acción como en el pensamiento, para mí ha sido un objetivo apetecible que he perseguido constantemente a lo largo de mi vida, tanto en lo profesional como en lo personal o particular. Obviamente, la libertad de acción no siempre la he conseguido; la de pensamiento, casi siempre.

Volviendo a mi última etapa profesional, cuando se produjo la fusión con Argentaria —que, por lo que se me dijo, tenía una gestora de fondos muy activa y de tanto prestigio como BBV-Gestinova—, debido a los acuerdos sobre las gestoras que hicieron los dos grupos fusionados, prevaleció el equipo de gestión de Argentaria, por lo que BBV-Gestinova fue poco menos que absorbida. Por eso, los que estábamos en el equipo directivo de la gestora de BBV quedamos algo «descolgados». Conmigo tuvieron la consideración de nombrarme Director General y Consejero (Consejero Delegado, me dijo Bastida al comunicármelo) del Banco Depositario BBVA, banco pequeño especializado en el depósito de valores extranjeros y en la administración de los depósitos de los activos de los Fondos y de las Sociedades de Inversión Colectiva. En aquella función en el Banco Depositario  BBVA no tenía mucho que hacer, así que me busqué un curro complementario, del que hablo a continuación. 

En mis últimas semanas en el banco me ocupé de solucionar un problema operativo que se venía padeciendo desde los tiempos de la fusión BB-BV. Me refiero a la tramitación y contabilización de las transacciones bursátiles con «valores extranjeros». Cuando estuve al frente del DCE ya sufrí los problemas que provenían de estas operaciones, pero como su tramitación no estaba en mi jurisdicción no podía hacer otra cosa que protestar y apechugar con los errores, que eran de dominio público. Como he dicho, esta anómala situación estaba enquistada desde hacía muchos años. Al nombrarme director general del Banco Depositario BBVA, la operativa ya quedaba, en cierto modo, en mi jurisdicción, así que propuse a sus responsables directos que me podía ocupar de solucionar el problema. Me dieron carta blanca y me puse manos a la obra. Primero me enteré bien de cómo se hacían las cosas, y luego conseguí del jefe de César Canfrán, que casualmente andaba por allí cerca algo descolgado y sin mucha tarea (lo que me pareció casi delictivo, teniendo en cuenta al talante y talento de este excelente profesional), que me lo cediera temporalmente. Rememorando mis primeros tiempos como director del DCE, le preparé los «planos» de una aplicación ¡sobre PC! (¡con lo que yo había tenido que aguantar años atrás por emplear este método!), que, una vez más, César materializó en una completa y funcional aplicación de microinformática que puso fin definitivamente al secular problema de los dichosos «valores extranjeros». Como curiosidad, diré que esta vez fue la única en mi larga actividad como organizador (en Organización y en Internacional) que analicé y resolví un problema operativo sin pisar el departamento en que se realizaba la tarea (toda la recogida de información la hice en mi despacho hablando con los que consideraba conveniente hacerlo). Este fue mi último trabajo en el banco; es más, lo acabé cuando ya estaba prejubilado (me pagaron un extra, como correspondía). 

Con 55 años me «echaron por viejo», como a casi todos los jefes y directivos de mi edad (salvo el presidente, no sé si se salvó alguien). Para siempre tendré la satisfacción de poder decir que, en lo profesional, empecé con 13 años de botones en un banco y al finalizar mi trayecto era, aunque en otro más pequeño, director general; no estuvo tan mal.

Después de lo que he contado pasé a «mejor vida», en la que el dominical partido de fútbol (hasta que a los 60 me rompí el peroné en una caída en moto), el golf y el tenis me han proporcionado buenos ratos y han cubierto mis, digamos, apetencias físicas (con el tenis sigo, con el golf menos); también a esto ha contribuido y sigue contribuyendo, de manera muy importante, la utilización diaria de mi Honda CBR-600 (lo que me da mucha vidilla). En lo intelectual, tras tres cursos estudiando euskera, en 2007 me incorporé a la junta directiva de Euskal Etxea-Madrid, de la que soy actual presidente (hasta final de 2014, en que completaré los 4 años en esta función que, como máximo, permiten los estatutos); esta tarea me ha permitido, además de una intensa (por épocas) actividad mental o intelectual, mantener muy viva mi capacidad organizativa.

Hasta aquí los recuerdos de mi vida pasada. No se puede decir que haya sido muy apasionante; más bien, corriente y normal. No creo que la lleven al cine. Desde luego, de lo que estoy seguro es de que en adelante no va a mejorar. Es lo que pasa cuando uno se hace mayor: la senda de la ruta vital se va estrechando y lo que se vislumbra en el horizonte resulta poco menos que inquietante. En suma, creo que he hecho lo que he podido, como casi todos, estando siempre condicionado por eso tan ambiguo y, a la vez, tan concreto y real que conocemos como las circunstancias de la vida.

Por concluir, diré que este compendio de RECUERDOS, además de que me ha entretenido mucho, me ha servido para eso, para recordar, que siempre viene bien, porque, según dicen, recordar es volver a vivir. Eso es lo que he hecho en las últimas semanas.

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