29 ago 2013

HABLEMOS DE FÚTBOL (instructivo)


Listo: Con lo que te gusta el fútbol, estarás contento, Julio. Ha comenzado la liga y, encima, el Athletic ha ganado sus dos partidos; estáis, ex aequo, en cabeza de la clasificación.

Julio: Pues sí, por las dos cosas que dices estoy contento, aunque me temo que el Athletic, por lo que le he visto, pronto se va a descolgar del pelotón de cabeza; es normal, ¿no?

L: No sé, tú sabrás, que, según dices, eres muy entendido. Por cierto, en tu post «GOLES SON AMORES...», del ya lejano 2009, exponías la teoría de que, más o menos, en el fútbol los únicos que valen son los que marcan goles; al final decías que ya desarrollarías los fundamentos técnicos en que te basabas para hacer esa —para mí muy simplista— aseveración. ¿Por qué no hablamos sobre esto?

(Me parece que este listillo me quiere buscar las cosquillas; ¡se va a enterar!)

J: ¿Por qué no?, ricura; ¿por dónde empezamos?

L: Pues, si quieres, por cómo ves el fútbol como deporte.

J: A mí me parece que es un deporte bastante simple. Cualquiera, ya desde niño, puede jugar al fútbol sin necesidad de tomar lecciones o clases, como ocurre con otros deportes. Así como —hablando de los que se juegan también con una bola— al tenis o al golf (más en este que en aquel) es casi imprescindible recibir clases para alcanzar un nivel aceptable como simple aficionado, o sea, es necesario que te enseñen (de lo contrario el proceso de aprendizaje se puede prolongar por muchos años), a jugar al fútbol se aprende casi por mimetismo; es decir, fijándose en cómo juegan los buenos. En mi opinión, al fútbol se puede ser autodidacta. Naturalmente, siempre viene bien, sobre todo a los niños que empiezan, que haya quien les aconseje sobre algunos elementales aspectos técnicos, lo que seguro que resulta provechoso, pero creo que, sobre todo, se aprende y evoluciona con la práctica.

En suma, considero que la práctica del fútbol está al alcance de casi todos y, por otra parte, es, relativamente, de fácil aprendizaje.

L: ¿Quieres decir que cualquiera podría ser futbolista de primera división?

J: ¡Qué pregunta! ¡Claro que no! Yo hablaba del fútbol como deporte para practicarlo como aficionado. Otra cosa es la práctica profesional del fútbol, es decir, los requerimientos para ser futbolista. Para esto, se necesita, en primer lugar, afición y ganas, después y muy importante, determinadas condiciones físicas, y, por último, talento.

L: Has dicho que lo primero que se requiere es afición y ganas.

J: Sí, majete. Cumpliendo un nivel aceptable de los otros dos aditamentos (condición física y talento), estoy convencido de que el que a los 14 años, por convicción propia o porque alguien cercano se empeñe, si aporta grandes dosis de afición y ganas podría conseguir ser futbolista profesional; no digo que el que se lo proponga pueda llegar a estrella, pero sí a un cierto nivel. He conocido algún caso. Por contra, el que no tenga afición ni ganas de sacrificarse, por muy buenas condiciones que tenga, no tendrá sitio en el campo profesional.

L: No sé, no sé... Me parece que es mucho decir; si fuera así tendríamos a muchísimos padres incentivando a sus hijos para que el fútbol ponga remedio a las dificultades económicas de las familias.

J: ¿Y qué crees? Pues de los que dices hay a porrillo. Y si no te lo crees, date una vuelta los domingos por la mañana por los campos en los que hay competición en las categorías infantiles y juveniles. Verás con qué intensidad viven los partidos los padres de los que juegan.

L: Bueno... y de las condiciones físicas que se requieren, ¿qué me dices?

J. De lo físico, yo citaría cuatro aspectos: rapidez, velocidad, coordinación y fuerza. Los dos primeros son conceptos que se confunden, aunque, para mí, son diferentes.
L: Vamos por partes: rapidez.

J: A mi entender, la rapidez consiste en la celeridad de movimientos, lo que permite reaccionar con anticipación ante las contingencias del juego. El ejemplo actual de la máxima rapidez es Messi, que, entre otras, tiene la cualidad, en las disputas de balón, de meter el pie siempre unas centésimas de segundo antes que los adversarios lo que le permite hacerse con con la pelota o mantenerla.

L: Velocidad.

J: Está claro. Es la velocidad en el desplazamiento, con o sin balón. También Messi es muy veloz, sobre todo conduciendo el balón, si bien, como ejemplo de jugador veloz, yo citaría a Cristiano Ronaldo, que corre como un gamo.

L: ¿Qué me dices de la coordinación?

J: Diría que es la capacidad para colocar el cuerpo en la posición adecuada según las circunstancias; es muy importante en los goleadores, que se ven obligados, generalmente, a rematar a gol estorbados por los adversarios o en situaciones de dificultad por la posición del balón. También pondría a Cristiano como ejemplo actual de excelente coordinación; otro sería el Villa de antes de su grave lesión.

L: Y, por último, hablando de las condiciones físicas, la fuerza.

J: Por decirlo de alguna forma, es la condición atlética del futbolista La fuerza debe hacerse patente, sobre todo, en las piernas. Por eso, el jugador fuerte tiene la facultad de aferrarse con sus pies al suelo de tal manera que resulta muy difícil desplazarlo por procedimientos reglamentarios. También la fuerza se demuestra en los choques o contactos con los adversarios. Creo que se entiende si menciono a Sergio Ramos como ejemplo de jugador fuerte. Otros, con un aspecto menos atlético que el que he mencionado, pero que podrían servir como ejemplo de jugadores fuertes, podrían ser los bajitos Muniain o Iniesta. Otro ejemplo muy gráfico de jugador fuerte sería el del brasileño Ronaldo, ¡a ver qué defensa lo desplazaba cuando estaba en el área del rival!

L: Y, tras lo físico, el talento.

J: Es la inteligencia aplicada al fútbol; es lo que permite al jugador que tiene el balón en sus pies elegir siempre la mejor opción. También es la cualidad que permite al jugador estar siempre en el lugar adecuado; en esto, Raúl es y ha sido un maestro. También cualquiera de los de la línea media del Barça, Iniesta, Xabi y Busquets, son un ejemplo de lo que digo; Alonso, del Madrid, podría ser otro buen ejemplo.

L: Bueno, Julio, has dado un repaso a lo que es el fútbol, hablemos ahora, si te parece, de los goleadores.

J: Espera, que, para que no se me olvide, tengo que hablar de otro de los aspectos importantes que deben tener los jugadores profesionales. Me refiero al talante; o sea, la actitud, voluntad o disposición que debe mostrar el buen futbolista para esforzarse durante los 90 minutos de cada partido. El que no sude la camiseta, aunque en otras cosas sea excelente, tendrá un bajo rendimiento.

L: Dicho queda. Vayamos, que ya tengo ganas, a tu teoría de que solo son buenos los que meten goles. Entonces, para ti ¿qué mérito tienen el portero, los defensas, los pivotes, los medios de enganche, los destructores del juego del adversario... y los restantes miembros del equipo que no meten goles? ¿No valen para nada?

J: Vamos por partes; y no jodas atribuyéndome lo que no he dicho. Lo primero que debo decir es que para uno como yo, que de chaval hice mis pinitos jugando al fútbol y que pronto fui consciente de que no tenía mucho futuro en este deporte (me faltaba rapidez y velocidad), todos aquellos que llegan a practicarlo de forma profesional gozan de mi máximo respeto, además de que los valoro y los admiro. Precisamente porque soy consciente de que son capaces de lo que yo no fui. Así que tenlo muy presente y no me toques... las narices.

L: Oye, que no soy yo; eres tú el que solo valoras a los goleadores.

J: Lo que digo es que, como sabrás, Listo, el objetivo en el fútbol no es otro que meter goles en la portería del adversario. Y que eso no es tarea fácil, y lo puedes constatar si ves los resultados de cada jornada. La media por partido no creo que sobrepase el número de tres. En un partido de fútbol gusta ver hábiles regates, veloces carreras conduciendo el balón, cortes defensivos contundentes y valientes, hacer «bicicletas» y «caños», pegarla de tacón, etcétera, pero esas cosas no computan en el resultado del partido; en este solo se cuentan los goles. ¿De acuerdo?

L: Sí, pero no me negarás que para que unos metan los goles, otros trabajan en funciones menos lucidas y, muy importante, en tareas para evitar que el adversario marque. Porque de nada sirve meter goles al adversario si este mete más.

J: Qué listo eres; me epatas, tío. Naturalmente, todos los miembros de un equipo son importantes y todos tienen su misión, que, en muchos casos, no es la de marcar goles. El más claro es el portero, que, para mí, no es, en términos estrictos, un futbolista, porque juega más, o de manera más decisiva, con las manos. Pero es muy importante, importantísimo —que se lo pregunten a los culés después de los dos partidos de la supercopa—, aunque yo lo valoro menos porque los que me gustan son los futbolistas, o sea, los que juegan casi exclusivamente con los pies.

L: Vale, vale... ¿Y qué dices de los defensas? Esos sí son futbolistas.

J: Pues se pueden decir muchas cosas. Lo primero, que hay que admitir que es más fácil destruir que construir. Grosso modo, el defensa tiene como misión principal evitar ocasiones de gol del equipo contrario, y para eso corta y despeja los balones que, conducidos o disparados por los adversarios que merodean su área, puedan resultar peligrosos. Pero en los cortes y despejes lo principal es alejar el balón, si es con dirección a un compañero, mejor, pero no es imprescindible. Muchas veces el patadón defensivo es lo más eficaz, y cuanto más lejos vaya el balón, mejor. Está bien la finura, pero se aprecia y valora más la contundencia. O sea, listillo, en la línea defensiva está la tarea más rudimentaria del fútbol y, por tanto, la más fácil. Esto no quiere decir que no haya defensas finos, excelentes futbolistas, que, además de hacer bien su función destructiva, marcan goles; estos son los que, para mí, son realmente buenos. Y te diré otra cosa; hay muchísimos casos de buenos jugadores que empezaron de delanteros, en concreto, de extremos, porque eran bastante rápidos y veloces, pero no lo suficiente, por lo que con el tiempo fueron retrasando su posición hasta jugar, y con buenos resultados, de defensas laterales. Te podría hablar de varios. Por tanto, insisto, cuanto más atrás se juegue más fácil resulta. Y otra cosa más, para que te enteres: el que es capaz de hacer lo difícil (meter goles) hará con muchísima más facilidad lo fácil (despejar balones); aunque jamás lo podrás comprobar, imagina qué defensa central sería Cristiano Ronaldo.

L: La verdad, no me lo imagino haciendo «bicicletas » en su propia área frente al delantero rival. Pero dejemos esto. Siguiendo con el repaso de líneas, los de la media tampoco te parecen buenos, ¿no?

J: Solo si meten un número aceptable de goles. El medio que no meta, por lo menos, la media docena en una liga, para mí deja mucho que desear. Eso no quiere decir que no considere «buenos» a los excelentes «distribuidores» que todos tenemos en mente, pero, a mi entender, para ser «buenos de verdad»  hay que marcar. Por darte algún nombre que te suene, citaré a Pirri, del Madrid, que marcó nada menos que 170 goles en liga, y al guaperas Julen Guerrero, del Athletic, que solamente en partidos de liga metió más de 100 goles; ambos eran centrocampistas, ¡pero de los buenos!

Porque está muy bien jugar en la zona cómoda del campo, en la que la presión es mucho menor que en las áreas, dando pasecitos y lanzando balones para que los de delante corran y se dejen los cuernos ya en el área rival. Los que se dedican a eso quedan como Dios, todos les alaban y casi nunca fallan goles (porque no están donde se pueden fallar). Mira, te hablaré de dos casos muy singulares de jugadores que jugaban en esa cómoda demarcación y estaban considerados como buenos o muy buenos: Villar, del Athletic, hoy presidente de la Federación, y Milla. El primero era fijo en la selección en los tiempos de Kubala; Milla jugó en el Barcelona y en el Madrid. Pues, tío, el 80 por ciento de sus pases eran para atrás, ¡no fallaban nunca!, y encima estaban bien considerados. No lo sé, pero aseguraría que, durante el tiempo que jugaron en primera división, no marcarían, entre los dos, más de una decena de goles. Pues por mucho que les alabaran, para mí eran poco menos que taruguetes. Desde luego, del montón.

L: Joder, Julio, cómo eres. Pero, bueno, vayamos ya a los delanteros y dime de una vez por qué valoras tanto a los goleadores.

J: Mira, chaval. El goleador tiene un don especial que le permite hacer lo que los demás son incapaces: marcar. Suelen ser los delanteros centro o los que, no siéndolo específicamente, juegan por esa demarcación; de estos, Messi y Cristiano Ronaldo son el paradigma. Los goleadores son los que tienen que bregar en el área del rival, que, normalmente está infestada de tíos fuertes que, sin contemplaciones, empujan, meten el pie, agarran, pegan y hasta escupen o dicen cosas poco agradables sobre la madre de los delanteros que se atreven a introducirse en su parcela. Pero, además, los goleadores (especialmente los delanteros centro) en no pocas ocasiones reciben el balón de espaldas a la portería del rival, mientras los implacables defensas le hacen todo lo que acabo de decir. Y en esas condiciones, tienen que controlar la pelota, darse la vuelta e intentar marcar; si lo consiguen, es como un milagro, por eso lo valoro.

Es que, como te decía, meter un gol es muy difícil, por eso los que tienen el don de poder hacerlo con frecuencia son realmente los mejores. Y para tener ese don hay que tener buenas dosis de todas las cualidades del buen futbolista que he enumerado al principio. Si hubiera un procedimiento para evaluar o medir el nivel de rapidez, velocidad, coordinación, fuerza, talento y talante de cada jugador podríamos establecer una clasificación con criterios objetivos de todos los jugadores de una competición, pero como esa medición es imposible tenemos que recurrir al único medidor objetivo que hay: los goles que marca cada uno; que hay que considerarlos como el resultado de la aplicación del conjunto de las cualidades citadas.

Por eso, yo creo que el único baremo o criterio objetivo válido para establecer el valor de un futbolista es el número de goles que marca en una competición de ciclo completo, como es la liga. En la liga española pasada, el mejor jugador fue, sin duda, Messi, porque fue el que más goles marcó. Y no lo hubiera sido si no los hubiera marcado, por muchos regates que hubiera hecho, o por muchas carreras que se hubiera dado con el balón en los pies sorteando o dejando atrás a los rivales. Y Cristiano fue el segundo mejor porque quedó el segundo en el Pichichi. El día que ambos dejen de meter goles o metan pocos, dejarán de ser los mejores, por mucho que nos regalen «bicicletas», «caños», paradas de balón imposibles u otras virguerías.

L: Goles, goles... solo goles; está claro que es lo único que valoras. Pero, yo he escuchado a muchos periodistas, de los entendidos, hablar de la «calidad» como referente de la valía de los jugadores. Tú ni la has nombrado.

J: Me lo temía, ya ha salido lo de la dichosa calidad. Entérate bien, chavalín; el sustantivo calidad sirve para hablar de los materiales, de los tejidos y cosas así. Para los futbolistas existe el término «clase» para referirnos a ese inconcreto atributo que tienen los excelentes futbolistas. Es difícil explicar qué es la «clase» de un futbolista, si bien, yo diría que es la consecuencia de tener grandes dosis de una de las cualidades físicas que ya he citado; me refiero a la coordinación. En otras palabras, la «clase» se evidencia en la estética del futbolista, o sea, en lo bonito que lo hace. No sé si me entiendes, pero estoy seguro que los que saben de fútbol, sí. Ahora bien, se puede tener mucha «clase» pero si no tienes las otras cualidades, o sea, si, por ejemplo, no eres rápido y veloz, poco podrás hacer. Desde luego, si tienes mucha clase y no metes un puto gol, mejor que te dediques a otra cosa.

L: ¿No exageras?, Julio

J: No exagero ni esto. Convéncete, Listo. El único medidor fiel de la valía de un futbolista es el «gólmetro», lo demás son zarandajas de los periodistas deportivos, que son, en general, de puta pena (en especial un tal Roncero); así que no hagas caso a lo que dicen esos. Hazme caso a mí, listillo, y aprenderás.

L: Me ha gustado lo del «gólmetro»; lo utilizaré los lunes en los comentarios de la oficina.

(Qué capullo; me ha tenido más de dos horas con este asunto... y mira con lo que se ha quedado. Si digo yo... con este no hago carrera)

28 ago 2013

LA DEUDA SOCIAL


Listo: Hola, Julio. He leído tu post de hace unos meses IZQUIERDAS Y DERECHAS en el que incluyes una especie de catálogo ideológico que, a modo de test, según tú, serviría para que los que lo necesiten verifiquen si su forma de ver las cosas se acomoda a los estándares ideológicos de la izquierda o de la derecha. Yo he hecho el ejercicio y... bueno, admitiré que no está mal. Pero, tengo una curiosidad: en la casilla de la columna “Para la izquierda” de la fila «Empresario» dices «... por lo que debe interiorizar que está en deuda permanente con la sociedad», y en la siguiente fila, en la misma columna, mencionas el concepto «deuda social». No había oído este concepto y no tengo claro cuál es su significado, por lo que te tengo que preguntar qué es para ti la deuda social.
 
Julio: Pues significa algo muy importante y, desde luego, la clave para configurar una verdadera política de izquierdas.
 
L: A ver, a ver...explícate.
 
J: Efectivamente, el empresario tiene que asumir que está en deuda permanente con la sociedad porque todo lo que consiga y haya conseguido en su función empresarial (que no suele ser poco) lo debe a la sociedad de la que, tenlo muy en cuenta, se sirve, repito, de la que se sirve.
 
L: Bueno, bueno, Julio, ya empiezas... Dices que se sirve de la sociedad, pero no me negarás que el empresario también la sirve —y mucho—, principalmente porque le proporciona productos y servicios y genera empleo, contribuyendo, por tanto, al bienestar y al progreso de la sociedad. ¿O no?
 
J: Vale, tío. Eso es verdad, por eso, precisamente, tener el privilegio de ser un actor importante en el desarrollo de la sociedad en que está es uno de los aspectos que le coloca en la posición de «deudor social». ¿O es que no es un privilegio el poder sentirse admirado y reconocido en la sociedad en la que le ha tocado vivir? ¿Y a quién se lo debe?
 
L: ¡Joder, macho! ¡Vaya teoría! Visto así todo el que tenga un papel socialmente destacado debería pedir poco menos que perdón porque se lo debe a la sociedad en la que está inmerso; y aquí incluyo a los intelectuales, artistas, dirigentes políticos, deportistas, comunicadores, etcétera, de éxito.
 
J: Hombre, pedir perdón, no. Pero asumir que todo se lo debe a la sociedad en la que está, sí, y, por tanto, que está en deuda permanente con ella.
 
L: Entonces, ¿para ti no tienen importancia atributos tales como talento, esfuerzo, imaginación, sacrificio, dedicación, trabajo... y cosas así que son los que generalmente adornan la personalidad de los triunfadores?
 
J: Claro que todos esos atributos son meritorios y los valoro, pero no me negarás que, en los respectivos cometidos de cada uno de esos triunfadores, todos están obligados a revertir a la sociedad al menos una parte importante de lo que ellos son capaces y los demás no. Los intelectuales estarán obligados a aportar conocimiento y directrices; los artistas, su arte; los dirigentes, una honesta y eficaz gestión; los deportistas, sus triunfos; los comunicadores, objetividad y claridad,... Y así todos los que hayan alcanzado un estatus social preponderante y que gozan del reconocimiento social. Es decir, entre los triunfadores, por un lado, y el conjunto de la sociedad, por otro, se establece un canal para el flujo de satisfacciones compensatorias en ambos sentidos; si este flujo se rompe (porque el triunfador deja de aportar), desaparecerá el reconocimiento social y, por tanto, la consideración, ventajas y prerrogativas del estatus de triunfador.
 
L: No sé, no sé. No te enrolles, Julio, y volvamos a los empresarios. Si estamos de acuerdo en que aportan a la sociedad productos y servicios y generan empleo, ¿no te parece suficiente?
 
J: Efectivamente, aportan productos y servicios y, lo más importante, los puestos de trabajo. Y como se deduce del test que ha dado lugar a esta conversación, en la nómina que paga regularmente, es decir, en los sueldos y salarios de sus trabajadores, está la materialización del pago de «deuda social» del empresario.
 
L: O sea, te parece poco las deudas con sus proveedores, con la Seguridad Social y con Hacienda, que vas tú e incorporas al pesado zurrón empresarial de su tradicional pasivo el concepto «deuda social». Como lean esto se van a descojonar.
 
J: Pues no deberían; ni tú, listillo, tampoco te lo deberías tomar a broma. Porque de lo que hablamos es una cuestión más importante de lo que parece. Me explico. Aunque a ti no te suene el concepto que nos ocupa, la «deuda social» realmente es algo asumido y que se tiene en cuenta en cualquier sociedad avanzada. No es otra cosa que la contribución de cada ciudadano al mantenimiento del bienestar de la sociedad a la que pertenece. Una parte muy importante se liquida a través del sistema impositivo. que, generalmente, se basa en un esquema progresivo, de modo que los que más ganan o tienen paguen, proporcionalmente, más que los que menos ganan o tienen; y, en esto, casi todos estamos de acuerdo porque la mayoría de la sociedad tiene asumido que es lo justo. Otra parte es el pago de las cargas sociales de los asalariados y sus empleadores. Y, además, en el caso de los empresarios, otra parte de su deuda social es la justa retribución a sus trabajadores, y aquí está el quid de la cuestión.
 
L: Bien, ¿y...?
 
J: La cuestión está en que mientras los impuestos y las cargas sociales están perfectamente regulados por las leyes, en las retribuciones al trabajo hay menos rigidez normativa. Por tanto, la tendencia del empresario, generalmente, le lleva a, aprovechándose de esta flexibilidad, pagar lo menos posible, porque, lógicamente, este gasto minora directamente sus beneficios empresariales, y estos, los beneficios, son el principal objetivo empresarial al que el empresario subordina todo lo demás. Es decir, hablando en general, para el empresario el beneficio es su único y principal objetivo, por lo que cuanto mayor, mejor. O sea, cuanto menor sea el importe de la nómina que paga, mejor para él.
 
L: Vale, Julio, pero eso es normal. ¿O no es legítimo que el empresario quiera ganar lo más que pueda?
 
J: Pues no, no me parece legítimo ese planteamiento. Debe ganar, sí, pero un beneficio razonable, no lo máximo que pueda. Y esa razonabilidad del beneficio debe estar condicionada por el pago de su «deuda social». O sea, en mi opinión, el empresario debería asumir que una vez retraído su «beneficio razonable» y lo que considere que deba destinar a las inversiones ampliatorias de la empresa, el resto del beneficio empresarial debería ir al pago de la «deuda social», es decir, a la retribución complementaria de sus trabajadores.
 
L: Muy bonito, diría que celestial. Pero, ¿no te das cuenta, Julio, que has introducido el concepto «beneficio razonable» que es algo totalmente impreciso y ambiguo por lo que es imposible de cuantificar? Tu planteamiento es inconsistente.
 
J: Ya lo sé. Por eso, este planteamiento es imposible de llevar a efecto en estos tiempos, con nuestro actual marco jurídico y con nuestros esquemas económicos. Pero sobre todo, y esto es lo importante, por la percepción social que se tiene de la empresa y, más en concreto, del empresario. Determinados sectores han sido muy eficaces al impregnar la sociedad de la creencia de que el empresario —ahora le llaman emprendedor— es una figura benefactora socialmente porque genera empleo. Y eso nos ha llevado a asumir la idea de que todo lo que haga el empresario para ganar dinero es legítimo y cuanto más gane, mayor es su reconocimiento social. Por ejemplo, ¿cómo se considera en España a Amancio Ortega, posiblemente el empresario español de mayor éxito, a juzgar por la fortuna que ha amasado?
 
L: Pues, obviamente, se le admira, como es lógico.
 
J: Estoy de acuerdo, se le admira y casi se le venera. Es el prototipo de triunfador porque, según parece, partiendo de inicios muy humildes ha llegado a formar un imperio empresarial y a ser uno de los más ricos del mundo. En otra época, el modelo a seguir fue el de Mario Conde, basado, aquel, en el pelotazo, pero que también gozó de gran reconocimiento y prestigio social. O sea, ahora como antes, asumimos sin miramientos lo de «tanto tienes, tanto vales».
 
L: Pues, sí, Julio, nos gustan los triunfadores; es normal.
 
J: Vale, listillo. Pero después de lo que te he dicho, ¿crees que Ortega ha pagado justamente la deuda social que le hubiera correspondido? ¿No crees que debería haber destinado una mayor parte de sus beneficios empresariales a la retribución de los trabajadores de sus empresas? Puede que, en parte, esto lo podría haber llevado a cabo con el simple hecho de no deslocalizar los centros de producción de los artículos que vende su red comercial. Si no se hubiera llevado sus centros de producción a latitudes en las que la mano de obra está tirada y los hubiera mantenido en España, a cuyos ciudadanos vende una parte importante de su producción, y hubiese pagado salarios justos y en consonancia con la evolución de los beneficios empresariales, su fortuna actual sería menor, pero habría cumplido mejor con su responsabilidad con el pago de su «deuda social». ¿O no? ¿Eh?, listillo. ¿Qué me dices sobre esto? ¿Merece o no la pena tener en cuenta lo de la «deuda social»?
 
L: Hombre, visto así, puede que tengas algo de razón...
 

(Me parece que no le he convencido; este Listo se ve todas las tertulias de «El gato al agua» y le cae bien el inefable Carlos Cuesta de 13tv. No tiene remedio)
3-11-2017. COMENTARIO ULTERIOR: En junio 2017, el granadino Raúl Berdonés, presidente ejecutivo del Grupo Secuoya, resulto ganador de la XV edición del Premio Nacional Joven Empresario. Hoy he leído que en una reciente entrevista manifestó que el principal valor que debe adornar a un empresario para alcanzar el éxito es «saber devolver a la sociedad lo que la sociedad te ha dado a ti». La frase ha sido resaltada en la prensa.
 
Creo que este joven empresario estará de acuerdo con lo que hace más de cuatro años escribí en este post.











5 ago 2013

17 MILLONES PARA RONALDO



Según parece, ¡¡¡17 MILLONES DE EUROS—¡NETOS!— AL AÑO le va a pagar el Real Madrid a Cristiano Ronaldo durante no sé cuántos años!!! Y lo dicen en la tele como si tal cosa; o sea, con el mismo tono y con la misma naturalidad que, por ejemplo, al informar de que al tenista Feliciano López le han eliminado del Masters de Montreal. ¡¡¡17 millones al año!!! ¡Mecagüen la puta! Pero estamos locos o estamos tontos... o las dos cosas.

Vivimos en un país con una crisis económica de caballo. Casi seis millones de parados. En los que trabajan, el sueldo medio es de unos 20.000 euros brutos al año. Más de un millón de familias en las que no entra ningún salario en casa. Más de la mitad de los jóvenes desempleados; una generación perdida y malviviendo. Multitud de abuelos manteniendo a los hijos y nietos con su exigua pensión. Todo dios haciendo inventos y virguerías para tratar de ganar un puto euro... Y el melifluo, este, del Florentino de los cojones, en su desmedido interés de lucirse y quedar bien ante la parroquia madridista, como quiere que el Madrid siga contando con la superestrella, va y le paga ¡¡¡17 millones de euros netos al año!!! No me digas que no es para estar cabreado. ¡Mecagüen la pario! ¡Es de cárcel!

—Cálmate, Julio, que también a Messi le pagan un pastizal y no has dicho nada.
—¡Pues también lo del defraudador Messi y lo del Rosell de los güevos es de cárcel! ¡No hay derecho!

Me calmo; pero no se me pasa el cabreo. Es que esto de las retribuciones a las estrellas del fútbol ha sobrepasado por mucho los límites de lo razonable, y, además de parecerme una auténtica locura, es para estar supermegaindignado. ¡Los del 15-M también deberían meterse con esto! ¡No hay derecho! ¡Es inmoral!

—Ya empiezas otra vez... ya vale, Julito, tranqui...
—Es que me pone de una hostia...

Yo no sé de dónde sacarán la pasta estos dos clubes, Madrid y Barcelona, para pagar sus gastos corrientes: aparte de las fichas y sueldos supermillonarios de los futbolistas, las nóminas de los tropecientos empleados del club; los viajes, tanto de sus equipos como de los directivos e invitados; el mantenimiento de sus variadas y amplias cojoinstalaciones; los pagos a ojeadores; las comidas de los directivos; los vehículos a disposición del club y de los directivos, etc., etc, etc... En fin que, aunque la vaca dé mucha y buena leche ¡no puede dar para tanto mamón! ¡Habría que ver y analizar el balance y cuenta de resultados de los dos clubes! ¡Más falsos que los de Viajes Marsans o Pescanova! ¡¿Quién se los auditará?!

—Mira, Julio, estamos en un país con economía libre de mercado, donde las personas y las sociedades privadas pueden hacer lo que quieran con su pasta; allá ellos...
—¡No, señor! Cuando se traspasan ciertos límites, aunque los actos sean legales, son conductas ilegítimas, además de, en términos morales o éticos, ser antisociales. Está bien que Ronaldo y Messi, que, jugando al fútbol, hacen lo que los demás no pueden hacer, sean retribuidos por encima de los demás... ¡Pero no tanto! Porque sus retribuciones, aparte de lo que sus respectivos clubes cobren en petrodólares de sus sponsors, sale del bolsillo de los aficionados que pagan por ver los partidos en directo o por la tele, o de los consumidores de los productos que anuncian, o de los capullos que compran las camisetas con sus nombres (me refiero a los que lo hacen en las tiendas oficiales; los que las compran en los chinos me parecen menos capullos)... Y todos esos paganos, unos voluntarios y otros porque no les queda otro remedio, son españoles (con mayoría de madrileños y barceloneses); o sea, que la pasta que cobran Messi y Ronaldo, en su mayor parte, sale de los bolsillos de los habitantes de un país machacado por la crisis económica... Es decir, majete, que los millones que cobran se los pagamos entre todos. ¿Te parece bonito, listillo?

—Pura demagogia, Julio. Te metes con Ronaldo y Messi, pero estos, al fin y al cabo, consiguen triunfos y títulos para sus equipos, y con sus golazos dan alegrías a mucha gente. ¿No es justo que se lo paguen? Peor es lo de otros, y no me refiero a las minucias de los sobresueldos del PP, que es calderilla comparado con lo que cobran los presidentes de las grandes empresas españoles. Las retribuciones de Botín y González, que no son capaces de meter un gol al arco iris ni nos dan una puta alegría, no irán muy a la zaga de las de Ronaldo y Messi, y también se las pagamos entre todos. Y lo mismo digo con los sueldos de los demás presidentes y primeros ejecutivos del resto de principales compañías españolas. Y, además, se han asegurado su vejez (y la de los nietos de sus nietos) con pensiones supermillonarias, que también se las pagamos entre todos. ¿De estos no dices nada?
—A ver, tío, ¿quieres decir que una parte de lo que pago por el recibo de la luz, o por el del teléfono, o de las comisiones o intereses que me cobran en el banco, etcétera, va para los sueldos y supermegapensiones de los presidentes y principales ejecutivos de las respectivas compañías? ¿Y que todo esto ocurre en un país al que el FMI ha recomendado que se rebaje un 10 por ciento los sueldos de los asalariados, incluidos mileuristas? ¡Joder, no había caído! ¡Mecagüen la puta...! ¿Y dices que no me cabree? ¡¡¡Mecagüen la putaaaaaa!!!