Julio: No creas, Listo. Cada
vez me gusta menos el fútbol.
L: ¿Sí? No me lo
puedo creer. A ti siempre te ha puesto mucho el deporte rey. ¿No será que te
estás haciendo viejo?
J: Pues podría ser eso. Pero el
hecho es que últimamente, cuando veo los partidos en la tele, más que
divertirme, me cabreo.
L: A ver, a ver,
Julio. Cuéntame la razón de tus cabreos.
J: Hay un par de cosas que me
fastidian. Lo que más me molesta es escuchar las sandeces de los comentaristas;
no todos, pero hay algunos que me desquician. Tanto que, a veces, me veo
obligado a quitar el sonido de la retransmisión. ¡Es que no callan! Y como
suele haber dos o más comentaristas se lían entre ellos a hablar de lo que se les
ocurre, aunque no tenga relación con lo que se está viendo en la pantalla, o
sea, con el partido. De esto ya dije algo en COSAS
QUE JODEN (II) , así que no voy a repetirme; si quieres, lo lees, Listo.
L: Ya lo leí, Julio.
¿Hay alguna otra cosa que te disguste del fútbol actual?
J: Pues sí. Me molesta mucho el
cuento que tienen los futbolistas; casi todos. Me refiero al teatro que hacen
cuando reciben una entrada dura o durilla de un rival. Caen, mejor, se tiran ¡y
se ponen a rodar por el césped! ¡Como abatidos por una fuerza sobrenatural! Eso
sí, se tapan la cara con ambas manos para que no se note su «sufrimiento» y los
que estén cerca puedan pensar que son algo «nenazas».
L. ¿Te refieres a
que fingen?
J: En la mayoría de los casos
es una evidencia. Y el que no lo vea así es que no quiere ver o está ciego. Y
así son o están buena parte de los «expertos» comentaristas, porque nunca les
he escuchado criticar como se merecen esas trampas que hacen los futbolistas
para perder tiempo o para influir en el público o en el árbitro para que
sancione duramente la «salvajada» del rival. A mí me parece que estos jugadores
«tramposos» —algunos verdaderamente expertos en esas lides— deslucen el
espectáculo.
L: ¿No crees que
también aportan una chispita al espectáculo?
J: No, nada de eso. Las trampas
nunca son deseables. Y erradicarlas podría ser un interesante reto para los
periodistas que se ocupan del fútbol. Creo que sería una interesante sección
para los periódicos deportivos tipo Marca, As, etc. (o para los programas de
radio de las cadenas nacionales) que en las crónicas de cada partido de primera
división se incluyera una calificación de «Tramposos», asignando, por ejemplo,
5, 3 y 1 puntos a los tres futbolistas que hubieran fingido más, o sea,
hubieran destacado por sus trampas durante cada encuentro. Las calificaciones
se irían acumulando estableciéndose una clasificación durante el transcurso de
la Liga hasta que al final se pueda conocer el podio de «Tramposos» de la
temporada. Lo deberían hacer.
L: ¿Y crees que a
los periodistas les gustará el reto? A ellos les viene bien que haya trampas
para así tener de qué hablar o escribir.
J: Así es, pero podría ser una
novedad que, si cuaja, les podría dar una ventaja competitiva. Desde luego, si
yo fuera responsable de un medio de comunicación, lo pondría en marcha cuanto
antes. Además, no tendría ningún coste. Bueno… ellos sabrán.
L: No sé, Julio, habrá también muchos que cuando, tras rodar por el césped, se quejan será porque realmente les habrán hecho daño; hay defensas muy brutos.
L: No sé, Julio, habrá también muchos que cuando, tras rodar por el césped, se quejan será porque realmente les habrán hecho daño; hay defensas muy brutos.
J: Podría ser, pero los casos a
los que te refieres se notan, y, desde luego, no suelen ser en los que el
«dañado» rueda por el suelo. Mira, te voy a contar lo que me dijo José Maria
Madrazo, un amigo de Bilbao que fue boxeador hace muchos años. Estábamos juntos
viendo un partido por la tele y sucedió una de estas cosas de las que hablo
que, naturalmente, criticamos. Josemari me dijo: «Julio, en un combate estuve
recibiendo hostias sin parar durante media hora… y no doble las rodillas». Se
refería a un combate contra un cubano buenísimo, un tal Robinson García.
Efectivamente, mi amigo recibió una buena paliza en aquel combate que le llevó
al hospital una vez finalizado el combate, que, es verdad, aguantó en pie.
L: Bueno, Julio. Tampoco es un ejemplo lo de tu amigo. Jactarse de aguantar
una paliza en pie tampoco es muy edificante.
J. No, no se jactaba. Lo que me
quería decir Josemari es que se puede soportar el castigo físico o, mejor
dicho, el dolor pasajero si hay voluntad de hacerlo. Es decir, si no se es o se
quiere hacer lo que son o hacen estos «nenazas» rodantes; o sea, los
«tramposos» del fútbol.
L: Hombre, hay que comprender que los futbolistas traten de influir, haciendo
algo de teatro, para que los árbitros y los espectadores castiguen y no toleren
el juego rudo y agresivo de los rivales. Hay que tener en cuenta que las
lesiones les pueden apartar de la actividad de la que comen, ¿no crees que es
comprensible?
J: Vale, si quieres disculpar a
los «tramposos», allá tú. Yo, no. Me gustan que los futbolistas aguanten como
tíos las tarascadas o, incluso, patadas del adversario sin rodar por el suelo y
quejarse como «nenazas». O sea, que aguanten como Messi; no que hagan lo de Ronaldo
y el ya exportado Neymar.
L: Ya te estás metiendo en
líos, Julio. Seguiremos otro día.
J: Sí, listillo. Sobre esto del
fútbol hay mucho más para hablar.