29 mar 2018

OTRA DE LINGÜÍSTICA. Pronombres problemáticos




El otro día, en una conversación sobre cuestiones lingüísticas que mantuvimos durante la sobremesa, uno de los presentes citó como ejemplo de error frecuente en el hablar cotidiano la construcción de la frase “Pepe se está marchando” (o algo parecido), contraponiéndola a “Pepe está marchándose”, que, según él, sería la correcta. Aducía que el citado error en la colocación del pronombre “se” podría provenir por la analogía con su colocación en la utilización impersonal de la tercera persona del presente de indicativo del verbo estar (está) en frases del tipo “aquí se está bien”. La verdad es que nunca había reparado en esta cuestión, por lo que, además de sorprendido, quedé preocupado por lo que se me dijo, pues estoy seguro de haber utilizado en innumerables ocasiones la frase “incorrecta” o muchas otras similares: El tren se está yendo, el edificio se está cayendo, etc., en lugar de, según la opinión del que planteó la cuestión, haber utilizado “está yéndose”, “está cayéndose”, etc.


Pero, como ya dije en la conversación, no me quedé muy conforme con la tesis expuesta. Principalmente, porque la incorrección señalada no me parecía tal, y, también, porque, por prurito, no me apetecía asumir el error. Así que, no sé si por tratar de salvar la cara, o por mi afición a estas cuestiones, o, simplemente, por mi tendencia a polemizar, he reflexionado sobre esto con la aviesa intención de encontrar argumentos para, cordial y amistosamente, contradecir lo que se me dijo. Advierto que carezco de formación especial o específica sobre la materia, así que, como amante del castellano, sólo me considero un simple aficionado a las cosas del lenguaje e interesado en el buen uso de nuestro idioma. Por tanto, lo poco que pueda saber es fruto del conocimiento que, como cualquier persona de mi edad que haya sentido interés por la gramática y el lenguaje, puedo haber adquirido a lo largo de la vida y, eso sí, por la aplicación de la lógica y el sentido común, que, a mi entender, tienen mucho que ver en las cuestiones de lingüística. Consecuentemente, lo que yo diga sobre esto no tiene mayor pretensión que la de aportar una opinión a una discusión entre amigos.


Entrando en el asunto, lo primero que debo decir es que parece que hasta los más puristas admiten que el lenguaje se va haciendo, se va modificando, se va actualizando (¿va haciéndose, va modificándose, va actualizándose?) con su uso por la gente, por el hablante, es decir por el grupo humano que habitualmente lo utiliza para comunicarse. Por eso, los que forman este grupo (en el caso del castellano los más de cuatrocientos millones de personas que lo usamos como idioma principal y propio en España y América) son, como queda dicho, sus verdaderos y únicos propietarios, por lo que pueden hacer con él lo que les dé la gana, siempre que —y esto es lo importante— más o menos se pongan de acuerdo o, dicho con un poco más de precisión, haya un consentimiento generalizado. Y, dicho sea de paso y refiriéndonos al castellano, aquí es donde interviene la RAE y resto de Academias de los países hispanohablantes. Porque no hay duda de que, como el condominio es tan extenso y el patrimonio tan importante, no está mal que haya quien trate de velar o mediar por que exista el acuerdo, aunque sea por zonas o países, lo cual, en mi opinión, es el fundamento y la razón de la existencias de estas instituciones.


Por tanto, para mí está claro que si los propietarios o una gran mayoría de ellos lo quieren y están de acuerdo o lo consienten el idioma se transformará, se modificará y se actualizará según los usos, aun en contra de la opinión y de los esfuerzos de los más excelsos puristas conservadores.


Esto, dicho de otro modo, quiere decir que, a la postre, las palabras y la forma en que se dicen o se escriben no tienen otro significado que lo que entienden o interpretan los que las escuchan o las leen, condicionados por el uso y la costumbre. Por tanto, hablando y escribiendo de acuerdo con los usos de cada momento se está en lo "correcto". Esto se entiende fácilmente leyendo ahora escritos de hace ya tiempo; por ejemplo, El Quijote. Sería grave pecado poner en cuestión el conocimiento del castellano de Cervantes, pero no hay duda de que en sus textos se perciben notables diferencias con los de los literatos modernos, tanto en la sintaxis como en el significado y uso de no pocas palabras. Y esto, obviamente, no quiere decir que los modernos escriban mal, no, simplemente se han acomodado a los usos o, incluso, que han propiciado que éstos cambien. Como otro ejemplo citaré la palabra "murciélago", que, según tengo entendido, en otro tiempo se decía "murciégalo".


Aplicando lo precedente a la cuestión que nos ocupa, se podría concluir que si, actualmente, para transmitir la idea de que Pepe, en el momento en que se habla, está realizando la acción de marcharse, está generalizado el uso de la frase “Pepe se está marchando” (digo que está generalizado porque a mí me suena como muy habitual), y si se usa mucho más que la pretendida correcta de “Pepe está marchándose”, y la mayoría de las personas entiende con la primera lo que el que la dice quiere decir, para mí está bien dicho. Y con esto no pretendo decir que todo vale con tal de que la gente se entienda, lo cual sería una barbaridad e impropio de alguien interesado en estas cosas, sino que lo que sostengo es que la corrección del lenguaje, hablado y escrito, lo determina algo tan simple como lo que podríamos denominar “los usos o la costumbre”, que, en mi opinión deben prevalecer sobre las pretendidas reglas. Algo parecido sucede en el mundo del derecho en el que, como es sabido, la costumbre es una de sus fuentes y de ahí el dicho popular de que “las costumbres se hacen leyes”.


Dicho esto, puede que encontremos también argumentos de índole gramatical para justificar que la supuesta incorrección no es tal. En primer lugar, habría que analizar bien la función en la frase de marras del pronombre “se”, pues su colocación es lo que ha dado lugar a la controversia. Si no estoy equivocado, es un pronombre reflexivo que se utiliza para la conjugación pronominal de algunos verbos, como podría ser el caso de los verbos “marchar-se”, “ir-se”, “caer-se”,… etc. (por seguir con los ejemplos citados al principio). Por una peculiaridad de nuestro idioma, que no tienen otros cercanos, estos verbos, generalmente, se conjugan con la ayuda de los pronombres me, te, se, etc., aunque también podrían conjugarse sin ellos. Siguiendo con los ejemplos, se puede decir “él marcha..., él va..., él cae ...” etc., para expresar lo mismo, sin embargo lo corriente es usarlos con el pronombre. Por tanto, me parece que la peculiaridad comentada resulta algo extraña, porque parece que aporta poco y algo complica (la prueba es que estamos en ello). Como mucho, podría admitirse que, en algunos casos, con la conjugación pronominal se consigue más énfasis en la intransitividad del verbo o se resalta que la imputación de la acción es exclusiva al sujeto, pero no es menos verdad que el significado del verbo no se alteraría si lo conjugásemos normalmente y así fuese aceptado: “yo marcho de casa”, “ yo voy al cine” y “yo caigo al suelo” son frases de significado inequívoco. Abundando en esto, no tiene mucho sentido que el verbo ir, con mucha frecuencia, se conjugue pronominalmente (“me voy a casa”, “nos fuimos al cine”, etc.) mientras que su opuesto venir, no (se suele decir “vengo de casa”, “vinimos del cine”).


Por tanto, cabe deducir que la conjugación pronominal, o sea, la utilización de los dichosos pronombres en frases que no son reflexivas, es en realidad una disfunción, por decirlo de algún modo, de nuestro querido idioma. Es decir, se podría colegir que esta forma pronominal de la conjugación de algunos verbos no responde a ninguna lógica de nuestro lenguaje, sino que posiblemente sea consecuencia de una malformación o, mejor dicho (me corrijo para no dar argumentos), de una modificación impuesta por los usos, pero que, actualmente, esta totalmente admitida y nadie se atrevería a cuestionar. Si lo que digo es así, hay que admitir que la controversia que nos ocupa se centra sobre una forma de construir la oración que, por sí misma, ya resulta poco lógica, por lo que pretender ser purista sobre cómo formar bien algo que ya en sí es una malformación puede resultar tarea inútil. O sea, mejor dejarlo como está.


Pero como ya nos hemos metido en harina, vamos a continuar tratando de aportar razones de índole gramatical. Con un efecto parecido al “present continuous” inglés, para enfatizar que la acción es desarrollada sin condiciones o completamente en el tiempo que se emplea —porque la controversia no sólo afectaría al presente, sino también al pasado o al futuro—, se utiliza el verbo estar como acompañante del gerundio, siendo aquel el que determina el tiempo de la acción: está marchándose (o se está marchando), estaba marchándose (o se estaba marchando), estará marchándose (o se estará marchando), etc., con el resultado de hallarnos ante una especie de verbos compuestos o, mejor dicho, tiempos compuestos de estos verbos intransitivos (probablemente los que saben mucho de esto habrán dado un nombre a esta construcción). Por tanto, podría decirse que no estamos hablando de dos verbos diferentes (el estar y el otro) sino de determinados tiempos de los principales (estar+marchando, estar+yendo, etc.).


Y ahora toca decir que el castellano es muy anárquico a la hora de colocar (o de no colocar) el pronombre en la oración. Los personales, demostrativos, posesivos, reflexivos (y supongo que otros también) se pueden colocar delante o detrás del verbo, según se quiera enfatizar en la propia acción o en el sujeto, en unas ocasiones, o por la costumbre, en otras, o simplemente porque así le sale al hablante. Incluso, en castellano se admite omitir el pronombre, ya que, por la riqueza en la conjugación de los verbos, la persona y el número va explícito en cada forma verbal. Por tanto, si, como queda dicho, la construcción estar+gerundio se puede considerar como una única forma verbal ¿por qué la comentada anarquía no puede afectar también al pronombre que nos ocupa? ¿Qué regla obliga a colocarlo al final (pegado) del gerundio? Y, sobre todo, ¿hay alguna diferencia interpretativa si lo ponemos aislado y delante? A mí, sinceramente, me parece que no.


Hasta ahora hemos hablado de frases con verbos intransitivos, pero me temo que con los transitivos tenemos el mismo problema. Para mí las siguientes frases son correctas, por lo que usaría cualquiera de ellas: “Pepe se está comiendo el chocolate” o “Pepe está comiéndose el chocolate”; “Se lo estaban robando” o “estaban robándoselo”, pero cuando tenemos que decir “se nos las están comiendo” o “están comiéndosenoslas” prefiero usar la primera. Juntar el verbo, el sujeto, el complemento directo y el indirecto en una sola palabra, aunque no es incorrecto, me parece un exceso innecesario. Yo no la haría.


Supongo que tras todo esto se entenderá que me resista a creer que cometíamos un error gramatical todos los que tantas veces, al ver acercarse negros y amenazantes nubarrones, hemos entonado el estribillo de aquella vieja, archiconocida y movidilla canción, que, si no recuerdo mal, decía así: 


Parece que va a  llover
El cielo SE está nublando
Perece que va a llover
¡Ay, mamá, ME estoy mojando!







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